El vicio del poder


3. El Vicio Del Poder





Muy buenas chicos, hoy en el psicopedagoespacio nos disponemos a sacar nuestras propias ideas y conclusiones del último film que vimos, El Vicio Del Poder.


No hace falta ser un psicópata, un misántropo o sentir placer por el dolor, en ocasiones los seres humanos nos dañamos los unos a los otros sin motivo alguno o sin apenas darnos cuenta. Bueno, quizás sí que existe un motivo y lo que realmente no queremos es ver las realidades en el espejo.
Vivimos en una sociedad donde se prima y se busca el éxito individual y el beneficio hacia tu persona y hacia los cuatro que te rodean, un ejemplo es la infinidad de puestos de trabajo donde no importa a quien chafes si la dicha es buena.  No solo encontramos esa falta de empatía en la ya conocida y criticada relación entre el jefe explotador y sus trabajadores, la rivalidad entre compañeros cada vez es mayor. Se puede entender incluso, aunque no por ello es bueno, un pensamiento donde el de tu lado no te importe lo más mínimo, pero en el momento que tienes la oportunidad de ayudarle y prefieres emplear tu tiempo en escalar posiciones o disminuir tu faena y cargársela a tu compañero pasas a convertirte en una garrapata de entre 50 y 100 kg. Encontrarse una cartera y no devolverla, ver a una persona agrediendo a otra y no hacer nada… Son muchos los ejemplos que si los desarrollas a gran escala terminan por destruir sociedades. Y ahora hago referencia a mi primera línea, si preguntas a los amigos del señor que decidió inventarse la excusa de que en Iraq había armas de destrucción masiva te dirán que no es una mala persona, que quiere a sus hijas, al menos a una, y que va a misa los domingos. Pero en el aquel momento este señor aprovecho la situación para adueñarse de los apuntes de sus compañeros de Iraq, no pensó ni lo más mínimo en que suspenderían el examen, cero remordimientos, lo único que importaba era que él y los suyos iban aprobar y con nota.


Lo que vengo a decir es que basta ya de educar a los niños y a los no tan niños en una sociedad donde las libertades se rigen por a ver quién es más listillo o más espabilado. En las escuelas, institutos y universidades nos encontramos con la competitividad más rancia, aquella en la que un número implica prestigio, y mientras más complejo sea obtenerlo mejor. A partir de bachiller los jóvenes parecen más atletas que estudiantes, los chicos se encuentran en una carrera de fondo donde ni siquiera pueden parar para mirar hacia  los lados, corren solos, buscan su propio y único beneficio. Los docentes en ocasiones somos los que fomentamos esto, y esta lacra se ha de terminar. Desde bien pequeños es necesario darles una educación en valores colectivos que esté por encima de los presentes y futuros intereses personales.


Pero bueno… ahora no voy a hablar sobre medidas se está haciendo tarde y se me está nublando la vista, esto es solo el caramelito que voy a desenvolviendo poco a poco.

Sed felices!


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